Aparte del derrumbe de la inversión extranjera directa, la perdida de la competitividad, la caída de las exportaciones y el retroceso en las reservas internacionales, el suministro irregular de energía eléctrica ha sido una constante de efectos tan peligrosos como devastadores.

Los empresarios, industriales y los pequeños emprendimientos han recibido el golpe más fuerte, debido a la suspensión del fluido eléctrico. Las pérdidas de la economía nacional Por esa causa, la economía nacional ha experimentado pérdidas que rondan 50 millones de dólares, 1,250 millones de lempiras, en los primeros tres meses de este año.

Solamente en el Valle de Sula, se ha calculado que los perjuicios ocasionados por la irregular prestación del servicio de energía ascienden a 300 millones de lempiras.

En suma, las interrupciones del fluido eléctrico representan un sacrificio económico y financiero muy grande para el país, en tanto debilita la capacidad de producción y reduce el margen de competitividad del país.

Una aproximación a estas cuentas deficitarias permite establecer que el suministro inconstante de energía eléctrica genera pérdidas de unos diez millones de lempiras diarios si estos eventos se prolongan entre cuatro y 12 horas, aunque pueden ser mayores si los “apagones” se extienden por más tiempo.

Bien conocido es que los “apagones” son un problema endémico. El desbalance entre la demanda y la cobertura del sistema interconectado entierra las expectativas económicas, destruye la soberanía energética y le resta el potencial a la producción de bienes y oferta de servicios.

El punto de rigurosa discusión es que los funcionarios gubernamentales han enfilado una vez más sus recriminaciones hacia los empresarios que se han pronunciado hasta la saciedad sobre la falta de una articulación de políticas dirigidas a la recuperación del subsector eléctrico, para lo cual se necesitaría una inversión no menor a 3,000 millones de dólares en las áreas de generación, transmisión y distribución.

Los burócratas de la ENEE se ufanan de haber obtenido en 26 meses resultados más significativos que en toda la historia del sector eléctrico. Y entre estas “proezas”, los voceros oficialistas mencionan la ampliación de 15 subestaciones, la instalación de 270 megavatios y la licitación en curso de 1,500 megavatios para cubrir los requerimientos del servicio.

La crisis energética es una realidad. Su abordaje no puede ser limitado a los argumentos esgrimidos por el Gobierno ni al intercambio de polémicos mensajes por redes sociales entre miembros de la familia presidencial, funcionarios e inversionistas del rubro.  

Los problemas relacionados con el suministro de energía eléctrica son una conspiración contra el desarrollo económico, la diversificación productiva y el progreso de las condiciones sociales de los hondureños.

La economía hondureña está postrada, está en jaque y hay que rescatarla con respuestas eficaces, no pretextos; con políticas coordinadas, no declaraciones sectarias; con una propuesta conciliada entre los sectores público y privado.

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